sábado, mayo 19, 2007

I. EDUCACION CHILENA: ¿UN SISTEMA EN CRISIS?

“Hay que quebrar todos los engaños. Hay que reconocer que nos hemos equivocado. Y hay que formar las circunstancias humanamente. ¿Dónde está el hombre nuevo? No se puede hacer la felicidad de la persona; hay que hacerla a favor de la persona, y sobre todo con la persona. ...Lo que defiendo es la intervención, la participación de los ciudadanos, que se acabó de un momento a otro.”
(José Saramago)

I.1. El problema
I.2. Una mirada a nuestros orígenes
I.3. Lo que tenemos y lo que nos falta
I.4. Objetivos “objetivos”
I.5. Educación: otra actividad política
I.6. Las variables que inciden
I.7. Un llamado irrenunciable


I. EDUCACION CHILENA, ¿UN SISTEMA EN CRISIS?

I.1. El problema

Los problemas que aquejan a nuestro sistema educacional, como el curriculum y los objetivos, el financiamiento, la educación pública, la formación docente, etcétera; no son cosa nueva. Y esto no significa que sea otra de las herencias de la última dictadura, aunque es innegable que se ha producido un deterioro sucesivo del sistema educacional desde los últimos 30 años, mientras los gobiernos democráticos se han limitado a recuperar el tiempo perdido, tanto en la parte económica y la infraestructura, como en los enfoques curriculares, avanzando lo más posible hacia la modernidad, aunque sin solucionar el error de municipalizar la educación pública, por ejemplo. Esta situación no es más que una de las facetas de una república joven, inmadura, que aún se encuentra en la “pole position” de una carrera que ya han corrido la mayoría de los países europeos. Una nación que aún no resuelve los temas básicos propios de una comunidad que pretende constituirse como país, tales como la seguridad social, la administración de salud y vivienda, y aquello que le nutre de identidad, proyección y desarrollo, el sistema educacional. Lo peor es que ya se habla de país desde 1818, con hombres –no mujeres- “libres e iguales’ en dignidad y derechos, con una constitución que, como todas las que ha tenido Chile, ha sido impuesta sin que los ciudadanos civiles hayan tenido participación en su redacción y/o aprobación, bueno, no ciudadanos elegidos popularmente para tan trascendental tarea. En consecuencia, no es de asombrarse que no tengamos un sistema educacional que satisfaga las necesidades tanto del país como de sus ciudadanos, puesto que ni siquiera tenemos un Estado democrático real, con poderes representativos ( salvo el ejecutivo) y legitimados ante el pueblo que lo sostiene.

“Hemos recibido un sistema educacional limitado e insuficiente, irracionalmente organizado, retrasado respecto del progreso científico, marcado con el sello de una clase dominante, egoísta, incapaz y sumisa a la orientación externa. Por lo mismo, es conservador, liberalizante y desnacionalizado... El sistema educacional que hemos heredado no las atiende (a las nuevas generaciones), y con ello, deja campo abierto a toda clase de fenómenos antisociales: cesantía, delincuencia, desadaptación juvenil, carencia de trabajo calificado y de cuadros, debilidad frente a las manipulaciones de los publicistas, etc.”.[1] Son palabras que llaman fuertemente la atención, dado que, no obstante lo drástico de su forma, su fondo es bastante certero en el diagnóstico. Pero lo que más sorprende es que fueron expuestas por el señor Iván Nuñez Prieto en la Universidad de Concepción, mientras era Superintendente de Educación, hace tres décadas. Resulta, por decir lo menos, curioso que recién iniciado el gobierno de transición de Aylwin, la comisión Brunner planteaba un diagnóstico similar.

Desde esta perspectiva cabe hacer notar que al hacer un análisis de la realidad educacional chilena no se ignora la realidad nacional ya expuesta, por lo tanto, al desarrollar el análisis en la dimensión histórica, será necesario considerar diversos aspectos coyunturales de nuestro pasado republicano.

I.3. Lo que tenemos y lo que nos falta

Es cierto que es importante la inversión pública para mejorar las cosas en la escuela; como cierto es que mantenemos una escuela a la inglesa, de esa que aparece en los filmes “The Wall” o “La sociedad de los Poetas Muertos”, con niños sentados en “pupitres”, en salas cuadradas de las que salen todos juntos a “recreo” (escenas que recuerdan los campos de concentración nazi, y de lo cual Chile tiene mucho que contar); niños vestidos como se vestían los niños hace 70 años.

Por nuestras escuelas han pasado ya varios procesos reformadores, como los que se mencionaban unos párrafos más atrás, que han respondido no a la genialidad ni brillo de las autoridades de turno, sino más bien a las necesidades de la población y a la modernización del quehacer educativo a nivel mundial. Así, se han llevado a cabo procesos trascendentales de perfeccionamiento de nuestro sistema educacional, entre otros:

· “1870, que constituye un esfuerzo por definir el rol del Estado y de los particulares en la educación.
· 1920, ley Nº3654 de “Instrucción Primaria Obligatoria” –aquella que ya se estaba discutiendo en tiempos de Letelier (1890)-.
· 1928, Decreto 7500, impulsada por un fuerte compromiso del profesorado, y que contempla la creación de las Escuelas Experimentales, las Consolidadas y las Modelo, además de la unificación y consolidación del sistema educacional chileno.
· 1944, que modifica los Planes y Programas de Estudios de la Educación Primaria, y moderniza los Liceos.
· 1967, luego de estudios realizados durante 1962 y 1964, que se concreta con la extensión de la Educación Básica a 8 años; la ampliación de la cobertura en los niveles básico y medio”.[2]

El proyecto de la Escuela Nacional Unificada (ENU), de principios de los 70 quedó truncado con la dictadura militar de 1973, que es cuando comienza una de las más trascendentales reformas, que en casi dos décadas desarticuló un sistema estatal de educación, delegando aquella responsabilidad a las municipalidades, además de perjudicar dramáticamente al cuerpo docente del país, así como las nefastas intervenciones en el plano curricular; y todo ello ad portas del siglo XXI. Aquella intervención de la junta de gobierno sólo descansó en su devastadora campaña después de firmar su último edicto –con olor a sentencia- (la LOCE), el 10 de marzo de 1990, un sábado negro para quienes tenían la esperanza de ver entrar la luz de la democracia en las aulas un par de días después.

De ahí en adelante, la historia es más conocida, con un proceso que se inicia con los diagnósticos de las comisiones Brunner (1990) y la de Modernización de la Educación (1994), que dan pie para el proceso de distribución de recursos y reforma educacional que se encuentra en marcha en nuestro país. Proceso, este último, que plantea nuevos desafíos para el magisterio, tendientes a modernizar la práctica pedagógica y adecuarla a los ‘nuevos tiempos’.


[1] “Enunciados generales de Política Educacional”; Escuela de Educación, mayo de 1971 (Bibl. Central UdeC).
[2] “La reforma educacional chilena”, Bernardo Sepúlveda, Facultad de Educación, U. de Concepción. Chile 2000.

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